CONCLUSIÓN

  María Montessori nos explicaba que el ambiente del aula debía provocar curiosidad, interés y motivación a los alumnos, así como disponer de todos los elementos al alcance de estos para potenciar su autonomía y libertad.

          Esta es la idea que hemos tomado como referente a la hora de determinar las directrices que han promovido el cambio en el espacio elegido, sobre todo destacando motivación, autonomía y libertad , que nosotros hemos traducido en creatividad.

          Actualmente nos encontramos en un punto de inflexión. Ha sido grande el esfuerzo realizado a lo largo de dos trimestres para aprender, reflexionar y poner en marcha este proyecto que nos ha supuesto un gran número  de cambios en el colegio, no sólo del espacio, sino también de ritmos, programaciones, metodología, reuniones, intercambios, ayuda...

          Nos sentimos satisfechos con los resultados de la transformación porque ha conseguido superar las expectativas con las que comenzamos en esta andadura. Pero no podemos parar aquí porque ahora es cuando realmente comienza el trabajo, el disfrute, las mejoras en nuestra labor docente y también del aprendizaje del alumnado.

          Es este el tiempo de organizar un horario, la programación... e integrar el uso del aula en la dinámica del colegio como un recurso más. También se hace necesario diseñar un buen proceso de evaluación para comprobar en qué medida se han alcanzado los objetivos y definir cómo podemos seguir avanzando y mejorando en el futuro.

          Si tuvieramos que destacar un solo aprendizaje de los que hemos obtenido consistiría en la importancia de valorar la voz del alumnado con capacidad reconocida y aceptada para participar, a partir de sus características, aspiraciones e intereses , en la identificación de sus objetivos de aprendizaje y en la definición y control del cambio para alcanzarlos.

         Otro aspecto que no queremos dejar de lado se resume en resaltar que interconectar los espacios y el aprendizaje en la práctica educativa va más allá de un simple cambio estético o puesta a punto de los espacios físicos donde alumnos y profesores se concentran. Tiene que ver con un replanteamiento profundo y con sentido de todo el entorno de influencia de la institución educativa: desde las aulas a los espacios abiertos, pasando por las zonas comunes o cualquier otro rincón aprovechable por extraño que parezca.

          Pero no todo depende del espacio, sino que también se hace necesario intervenir en el mismo; en estos tiempos de cambio e incertidumbre educativa en los que se habla de un pacto por la educación, un nuevo sistema de acceso a la función pública, un nuevo rol del profesor y nuevas metodologías de enseñanza, apostar por prácticas innovadoras que promuevan la mejora es una necesidad vital de cualquier institución educativa y una competencia esencial del docente del siglo XXI.

          Si hemos llegado hasta aquí, es que ya estamos preparados para cambiar nuestro centro y que nuestros alumnos sonrían al entrar, se lo pasen bien y disfruten aprendiendo. ¡Ahora está en nuestras manos!

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